NOSOTROS

La primera vez que supe de la existencia de la kombucha fue en Australia, por ahí en el 2016, yo trabajaba como garzona en un café, y al final de cada día debía reponer el stock de bebidas en el refrigerador. Ahí es cuando vi la kombucha por primera vez, había de 4 sabores y su valor era bastante más alto que el de una bebida común. No le tomé mucha importancia, pero comencé a observar que tipo de consumidores pedían kombucha, y siempre eran personas que iban o venían de hacer deporte, o alguno que otro con un poco de resaca de la noche anterior. Uno de esos días me llevé una botellita para probar, y la verdad no me gustó nada, la encontré ácida y no me llamó tanto la atención como para averiguar cuál era la historia detrás.
En el 2018 volví a Chile y comencé a trabajar en una Viña, por cierto, soy Diseñadora Gráfica así que siempre estoy muy metida en temas de branding, etiquetas y packaging. Y aunque mi trabajo era excelente, muy demandante pero que me sirvió para aprender sobre muchísimas cosas, siempre tuve el sueño de crear mi propia empresa, mi propio producto, mi propia marca, aunque todavía no sabía cuál sería el producto que me daría todas estas satisfacciones.
Así como todo buen diseñador, aparte de mi trabajo estable, siempre estoy haciendo distintos diseños para peguitas freelance, y en una de esas reuniones con un muy buen amigo cervecero, le comenté sobre la kombucha. Empezamos a investigar, a hacer pruebas, estudiar sobre sus beneficios, experimentar con más de 20 frutas, flores, tipos de té, tipos de azúcar, etc. Él siempre me ayudó más que nada por curiosidad y porque la kombucha es una bebida fermentada, y algunos de sus procesos nos sirvieron para aplicarlos en la elaboración de kombucha. Yo personalmente me alimento en un 90% de lo que compro en la feria y hago deporte 5 días a la semana, así que el descubrimiento de la kombucha fue algo mágico, que pude experimentar conmigo misma, ver en que me afectó su consumo, qué beneficios tenía en mi estado de ánimo y así convencerme de cómo seguiría a partir de ahí.
Después de un año más o menos, decidí empezar a moverme para hacer de este proyecto mi tan soñado producto. Estaba tan emocionada que cada vez que me encontraba con alguien le contaba sobre la kombucha, los animaba a probarla, les daba todo tipo de recetas para que la fabricaran en su casa, y un día, me encontré con David, un buen amigo al que le conté la misma historia, y él, a pesar de dedicarse a un rubro nada que ver, se interesó mucho, juntos seguimos investigando sobre las propiedades y potencial, seguimos haciendo pruebas y me ofreció hacernos socios para crear nuestra empresa. El hecho de estar trabajando en una Viña me ayudó muchísimo, gracias a la experiencia y consejos de mi jefe que a través de los años se convirtió en un gran amigo y mentor, pude perfeccionar mis procesos, aprender aún más sobre fermentación, filtrado, calidad y apariencia de los líquidos y por supuesto también la experiencia sobre packaging de vino, que luego usaría para el diseño de mi propia marca. Como yo ya tenía todo más o menos listo en cuanto a la idea, le pusimos Katbucha, no tiene mucha ciencia el nombre, Kat por Kate, mi apodo, y bucha por kombucha, pero lo que si tiene es toda mi alma y creatividad puesta en ella.